Durante este tiempo, la muchacha recibe la visita y acompañamiento de una tía materna, quien conversa permanentemente con la joven y le habla de lo que significa ese cambio de su vida. Luego, la madre le ofrece consejo para afrontar su rol como mujer.
A pesar de lo que las personas ajenas a la cultura guajira puedan pensar, este encierro no representa un castigo para la joven, sino un aislamiento que le permite un proceso único de aprendizaje, en el cual bajo la tutela de la tía y la madre, la niña aprende a cocinar, a hacer chinchorros, tapetes y mantas, entre otras artesanías, las cuales suelen estar adornadas con un animal totémico que identifica su clan.
Los guajiros van al pueblo con frecuencia a comprar comida y a vender sus animales y las pieles de sus animales. Su economía se basa en la compra y venta de cosas, y no tanto en lo que cosecha, y algunos usan el contrabando como medio de sustento.
Según la costumbre de la guajira, se debe conversar primero sobre otros temas antes de exponer el propósito de la visita.